AÑO 2015, SEPTIEMBRE- OCTUBRE VOL. 11 No. 83, 14/SEPTIEMBRE/15
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Cómo citar el artículo:
Rosas, A. L. "Cuando un hijo muere". (septiembre-octubre, 2015). Centro de Capacitación Profesional, Industrial y Profesional S. C. [en línea] 14 de septiembre, 2015. Vol. 11, No. 83. Disponible en Internet: http://cecapip.blogspot.mx. ISSN 2007-9486.
CUANDO UN HIJO MUERE
Ana Laura Rosas Bucio
Ana Laura Rosas Bucio
CUANDO UN HIJO MUERE
Ana Laura Rosas Bucio
"nunca había sentido un dolor tan profundo, tan pesado,
un dolor que hacía que cualquier otro fuera nada....
mi hijo había muerto....y yo estaba ahí parada
sintiendo eso tan devastador...deseando enormemente
que algo pasara para dejar de sentir ese dolor".
María, 33 años. Madre de Juan de 5 que muere atropellado.
Un hijo puede
morir de muchas maneras: muerte antes o durante el nacimiento, o por muerte de
cuna, accidentes, enfermedades, suicidios, asesinatos. Puede morir a cualquier
edad y no importa cómo suceda, la muerte de un hijo siempre será una tragedia. No
importa si la madre de 75 años pierde a su hijo de 50, o si la madre de 26
pierde a su hijo de 5 años, no es natural que un hijo muera antes que los padres.
La naturaleza nos
indica que los mayores vamos a morir primero, así los abuelos, los viejos,
mueren antes que los jóvenes....al menos eso creemos. Nunca estamos preparados
para la muerte de un niño y menos si se trata de nuestro propio hijo.
Además, como
padres somos responsable de la protección y cuidado de nuestros hijos,
principalmente si son pequeños y su pérdida, su muerte, suele ser vivida como
un fracaso y con grandes sentimientos de culpabilidad. ¿Qué hicimos o qué no
hicimos para que sucediera?.
No existe manera
de describir la magnitud del dolor de perder a un ser querido, y si es nuestro
hijo el dolor suele ser aún mayor. Es una de las experiencias más difíciles y
dolorosas que podemos sufrir. Es como caer y estar en la oscuridad, en las
profundidades del sufrimiento y de la tristeza. Aunque nuestra vida siga,
podemos sentirnos sin vida ya que estar en esas profundidades es muy confuso y
doloroso. Es una experiencia que no tiene comparación con ninguna otra.
Cuando perdemos a
nuestro esposo, los demás nos llaman viudas, cuando perdemos a nuestros padres
somos huérfanos, cuando perdemos a un hijo, no existe un nombre para llamar a
esa experiencia. El dolor es indescriptible, devastador, su ausencia se
convierte en la única presencia que uno desea. Es un dolor que hace que todo lo
que teníamos desaparezca, cuando nació ese hijo llegaron muchas bendiciones a
nuestra vida. Cuando ese hijo muere la sensación puede ser que junto con él o
ella todo lo que teníamos se fue.
A este
sufrimiento le llamamos Duelo, y recordemos que es un proceso que inicia junto
con la muerte de nuestro ser querido. Y que va a llevarnos un tiempo poder
superar. Muchos padres que pierden a sus hijos preguntan cuándo se va a acabar
el dolor. Y conforme pasa el tiempo y ven que el dolor no disminuye, se
desesperan mucho.
Tenemos
tolerancia ante el dolor físico y emocional. Si nos duele la cabeza, nos
tomamos una pastilla y esperamos que en unos pocos minutos se nos quite el
dolor. Y los padres que han perdido hijos llegan a pedir ayuda esperando que
exista una receta mágica que les alivie de ese sufrir experimentan.
Cuando el coche
se descompone, vamos al mecánico, lo repara y queda listo; Cuando estamos enfermos vamos al doctor, y
también después de un diagnóstico, nos receta y por lo general nos curamos a
los pocos días. Pero ¿qué hacemos cuando sufrimos dolor emocional?..... para
aliviar el sufrimiento hay que adaptarnos, el dolor nos va a acompañar mientras
estemos vivos, ira con nosotros pero tenemos que aprender a vivir con eso. Necesitamos
una forma de rehabilitación, por ejemplo: cuando perdemos la vista tenemos que
aprender un sistema de lectura y aprendemos a usar un bastón. Vivir la muerte
de un hijo, nos enseña nuevas maneras de adaptarse, la vida no será la misma
después de la muerte, hay que aprender nuevas maneras de pensar, sentir, actuar.
El dolor va a
enseñarnos lecciones. Aprendizajes que solo pueden verse cuando estamos en esa
profundidad.
* La muerte de un
hijo nos hace darnos cuenta de que no tenemos ningún control sobre la vida y
aunque esta certeza nos genera angustia, nos tiene que llevar a entender que
tenemos que aprender a vivir con toda su intensidad porque en cualquier momento
la vida nuestra o de algún ser querido se puede acabar. A esto lo vamos a
llamar Aprender a vivir con Fe, con fe de que mañana amaneceremos, pero con la
certeza de que lo único verdadero que tenemos es Hoy.
* Aprendemos a Esperar,
esa profundidad oscura y dolorosa nos hace detenernos y pensar en lo que es
realmente importante, es esa espera aprendemos a conocernos a nosotros mismos y
a valorar la vida y esas pequeñas cosas que hacen que esta valga la pena. Cosas
que no cuestan dinero, cosas que nunca podrán volver a repetirse, pero que si aprendemos
a esperar sucederán pequeños milagros que hacen que la vida valga la pena
vivirse. Es como estar esperando que llegue el atardecer no podemos
adelantarlo, ni atrasarlo, lo único que podemos hacer es esperar que llegue y
si esto lo hacemos durante varias ocasiones descubriremos que nunca será el
mismo. Estar con prisa, llenos de miles de cosas que hacer hace que nos
perdamos de esas experiencias.
* Aprendemos a
tener Esperanza....esa esperanza de que algún día nos volveremos a reunir con
nuestro ser amado, de que mañana puede ser un día mejor, de que podremos
continuar con nuestra vida a pesar de la perdida.
Nunca olvidaremos
a nuestro hijo, no nos vamos a recuperar de la pena ni hoy, ni en tres meses,
el proceso lleva tiempo y en ese tiempo se tienen que aprender estrategias para
seguir viviendo. Algunas estrategias que pueden ayudarnos son:
1) enfrentar un
solo día a la vez, no preocuparnos de mañana o de cuantos días más nos faltan.
Solo hoy.
2) Aunque se
siente la necesidad de estar solo, lo que más ayuda es estar con los otros,
principalmente con aquellos que están sufriendo igual que yo, mi pareja, los
abuelos, los hermanos, tíos o primos, todos aquellos que también perdieron a un
ser querido y que también están sufriendo, el dolor acompañado es más fácil de
cargar que el dolor solitario.
3) Llorar es
natural, es la forma en que el cuerpo libera el dolor y la tensión, también son
una señal de fortaleza porque demuestran nuestra salud emocional, es una
excelente manera de sanar nuestro dolor. Se puede llegar a sentir que nunca
vamos a dejar de llorar, pero eso no es cierto. Algún día ya no habrá más
lágrimas dolorosas. Y eso será un buen indicador de que nuestro duelo ya cerró.
4) Hay que
permitir libremente la expresión de otras emociones, enojo, desesperación,
culpa, son emociones normales que necesitan encontrar una salida correcta para
que no nos lastimen.
5) Tener dudas es
normal, preguntar a las personas correctas sería lo ideal, los médicos, un
sacerdote, nuestra pareja. La muerte deja tantas interrogantes y no todas van a
poder ser resueltas pero eso no nos quita el derecho de preguntar.
6) Una madre
tiene una diferente manera de expresión de su dolor que un padre. Las mujeres y
los hombres somos diferentes en cuanto a la expresión de nuestro dolor.
Nosotras podemos llorar mucho, pero nuestro esposo, el padre de nuestro hijo
muerto no; sin embargo eso no significa que no le duela. Preguntémosle, que la
comunicación no se cierre. También vamos a aprender que el dolor tiene muchas
manera de expresarse. Como pareja, los padres tiene que cuidarse mutuamente, y
aunque en ocasiones existe la tendencia a culpar a alguno de los padres, es
importante entender que la rabia, el odio, no va a regresarnos a el hijo
muerto. Resolver esas emociones si puede evitar que existan más perdidas.
7) No olvidar a
los otros hijos, ellos también perdieron un hermano y pueden estar sintiendo
que va a perder a sus padres como consecuencia de la muerte de su hermano. Para
ellos la pérdida puede ser múltiple.
8) Es bueno
recordar el cumpleaños pero no celebrarlo. La muerte de un hijo no borra el
hecho de que vivió, pero que no se nos olvide que ya no está vivo. No vamos a
olvidarlo nunca, no debemos borrarlo de nuestra vida, pero hay que darle el
lugar que ahora tiene, el lugar de un hijo muerto, que ya no está con nosotros
en vida, pero que lo amamos y lo recordaremos desde la dimensión en la que
está.
9) Hay que tener
cuidado de aquellas personas que nos aconsejan que dejemos de llorar, que no dejamos
descansar a nuestro hijo, que nos piden que tengamos resignación, que nos
olvidemos de lo sucedido, o que ya no hablemos de nuestro hijo fallecido. Son
personas que no tienen la intención de hacernos daño, pero que sin quererlo lo
hacen. Llorar nos sana.... y no afecta el descanso del fallecido; pero dejar de
llorar si entorpece nuestra curación. No necesitamos resignación, solo
aceptación y ésta es un proceso que se irá consiguiendo poco a poco. No podemos
olvidarnos jamás de nuestro hijo, ni de lo que sucedió, pero si podemos sanar
nuestro dolor y eso sucede hablando, cuestionando, llorando, gritando, o lo que
cada uno considere necesario. Todo esto pasara tarde o temprano, solo por favor
no dejemos que los demás en su intención de no vernos sufrir, censuren la sana
expresión de un dolor que solo se va a quitar si permitimos que éste salga.
Sobrevivir a la
muerte de un hijo es muy difícil, pero recordemos que no estamos solos. Tal vez
esta frase pueda ayudarnos: "Señor, dame la serenidad para aceptar
las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y
sabiduría para poder diferenciarlas". Es una pérdida muy difícil, pero
no imposible de superar. No estamos solos...... eso es algo que nunca hay que
olvidar.
Ana Laura Rosas Bucio
Directora general de
CECAPIP S.C.
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Centro de Capacitación Profesional, Industrial y Profesional S.C. Año 2 No.83 semana 38 [14- 20 septiembre] 2015. Es una publicación electrónica semanal editada y publicada por el Centro de Capacitación Profesional, Industrial y Profesional S.C., ubicado en Calle Hidalgo No. 17 A-203, Col. San Nicolás Tolentino, Delegación Iztapalapa, México D.F. CP. 09850. Tel. 01(55)54436420, www.cecapip.blogspot.mx, cecapip@hotmail.com., www.cecapip.com.mx .Editor responsable: Ana Laura Rosas Bucio.
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