AÑO 2015, MARZO- ABRIL VOL. 8 No. 56, 09/MAR/15
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Cómo citar el artículo:
Rosas A. L.: "Que pasa cuando perdemos
alguna parte o función en nuestro cuerpo". (marzo- abril, 2015). Centro
de Capacitación Profesional, Industrial y Profesional S. C. [en línea]
09 de marzo, 2015. Vol. 8, No. 56. Disponible en Internet:
http://cecapip.blogspot.mx. ISSN 2007-9486.
QUE PASA CUANDO
PERDEMOS ALGUNA PARTE O FUNCIÓN EN NUESTRO CUERPO
“Sólo es imposible
si lo crees.”
El Sombrerero Loco
de Alicia en el
país de las maravillas
Cuando nací, una de las primeras
cosas que hizo mi madre fue revisarme… ¡Sí! literalmente ¡revisarme! ¿Qué
significa esto?. Revisó mi cuerpo, para
ver si tenía dos manitas, con sus cinco dedos cada una, igual que mis pies;
revisó mi cara, verificando que “todo estuviera en su lugar”, ella contaba. A
mí, cuando me lo contaba, me parecía una graciosa historia. Pero cuando nació
mi hija hice lo mismo, y no por indicaciones de mi madre, ni por seguir ninguna
tradición, sino porque me interesaba saber si todo el cuerpo de mi hija estaba
formado y útil para lo que le esperaba en la vida. En ese momento comprendí a
mi madre, pues el cuerpo es nuestro instrumento con el cual podemos
relacionarnos con el mundo y con los demás. Además de que gracias a tenerlo
somos una persona y tenemos vida.
Por
lo general no apreciamos el cuerpo que tenemos
La
mayoría de nosotros nacemos con cuerpos similares: dos manos, dos pies, una
nariz, dos ojos, dos oídos, etc..., y gracias a este cuerpo caminamos,
abrazamos, observamos, escuchamos y más. Y siempre consideramos que este cuerpo
completo va a acompañarnos a lo largo de nuestra vida. Pero luego empezamos a
querer que sea más bonito, más delgado, menos grande, más estético, según
estándares de belleza bastante irreales y fuera de toda posibilidad para la
mayoría de los seres humanos. Es entonces cuando empezamos a pelear con nuestro
cuerpo: “debería ser más pequeño; los ojos deberían haber sido de otro color,
con un tamaño más grande”... y llegamos a pensar que algo está mal en nosotros.
De ahí en adelante pasamos la vida queriendo cambiarlo, deseando que partes de
él no sean como son.
Pero,
¿qué pasa cuando por un accidente o una enfermedad perdemos una parte de
nuestro cuerpo, de aquel que hemos criticado o rechazado tanto? ¿Qué pasa
cuando perdemos un brazo, un dedo, un pie o tal vez hasta una pierna completa o
las dos piernas o cuando, como consecuencia de un accidente, perdemos alguno de
nuestros sentidos?
En mi
trabajo como tanatóloga he conocido gente en estas circunstancias, personas que
a consecuencia de un accidente o de una enfermedad perdieron una parte de su cuerpo.
A veces sucedió repentinamente y a veces de forma gradual. Una vez conocí a una
mujer que después de haber sido atacada en su casa, como consecuencia de una
brutal golpiza, perdió la visión de su ojo derecho, junto con la audición del
mismo lado. También hace tiempo conocí a un joven que en un accidente de
trabajo perdió su brazo completo cuando éste se atoro con la máquina con la que
trabajaba. Hace poco, en un curso, conocí a una mujer joven muy preocupada
porque le acababan de detectar glaucoma y como consecuencia de esa enfermedad
iba a perder la vista gradualmente. Su mayor
preocupación era su hijo con
discapacidad, ya que ella era el principal sostén del pequeño. Y también está
la historia de un padre de tres hijos, quien regresando de trabajar, mientras
conducía su auto, fue impactado por el de un par de chicos alcoholizados,
perdiendo la capacidad de mover ambas piernas. Podría enumerar muchas más historias
y, sin importar cómo haya sucedido cada una, todas tienen en común que las
personas perdieron una parte de su cuerpo o perdieron alguna capacidad o
habilidad. Otra cosa en común que tienen estas personas es que antes del
accidente o enfermedad, en su mayoría no tenían mucha conciencia de lo útil que
era el sentido, habilidad o parte del cuerpo que perdieron. Es hasta el momento
en que sucede, cuando las personas tomamos conciencia de lo que estamos
realmente perdiendo. Algo parecido sucede cuando perdemos a una persona, ya sea
por muerte o por separación: por ahí dicen que uno no se da cuenta de lo que
tiene, hasta que lo pierde.
Tenemos
que aprender a vivir sin lo que perdimos
Cuando
perdemos a seres queridos, o cuando perdemos una parte o función de nuestro cuerpo,
tenemos que aprender a vivir sin lo perdido. Cuando perdemos a personas, hay
que aprender a vivir con el vacío que dejan. Algunas personas tienen que
aprender una habilidad para trabajar por un ingreso, si dependían de la persona
que perdieron. Cuando perdemos alguna parte o función de nuestro cuerpo,
también se genera un vacío con el que hay que aprender a vivir y, en este caso,
siempre implica aprender nuevas habilidades para sobrevivir.
Como uno
ha caminado siempre para llegar a algún lado, el poder caminar no es valorado.
Pero si ahora uno tiene que trasladarse en silla de ruedas para llegar a donde se
requiere, esto representa un gran reto. Como siempre hemos utilizado nuestros
ojos para ver, ya no les damos importancia, pero luego de un accidente o
enfermedad que nos lleven a perder la vista, entonces nos encontramos ante una
gran pérdida.
El
riesgo de perderse
Hemos
dicho en artículos anteriores que a los seres humanos no nos gusta
perder, ni personas, ni cosas, ni circunstancias. Pero, ¿qué nos pasa cuando perdemos una parte de nuestro cuerpo? Caemos en el error de perdemos a nosotros mismos. Ya no sabemos cómo funcionar en nuestro medio. Si la vida antes era complicada por otros motivos, ahora es aún más complicada, porque tenemos que aprender cosas demasiado básicas, como aprender a desplazarnos o a manipular objetos de manera diferente, ya sea utilizando otras partes o funciones de nuestro cuerpo o por medio de aparatos. En nuestra propia casa, tenemos que aprender a movernos de manera diferente. Es un volver a empezar, como cuando éramos niños, con la dificultad que implica que ahora “ya no estamos completos”. En este punto, descubrimos que aunque nuestros ojos no nos gustaban por su color o su tamaño, en realidad nos eran extraordinariamente útiles. Que aunque nuestras piernas estaban muy flacas o muy gorditas, ahora que ya no están, eran las mejores. Repentinamente, nos encontramos ante una pérdida doble; una es la pérdida por la parte faltante de nuestro cuerpo (nuestros ojos, oídos, mano, etc.), y otra es la pérdida que se siente al darnos cuenta de que nunca nos pusimos a valorar nuestro cuerpo así como era; al darnos cuenta de que pasamos nuestra vida sin darle valor a lo perfectos que éramos. Cuando nació mi hija, yo le di gracias a Dios porque su cuerpo era perfecto, seguramente mi madre hizo lo mismo y en el caso tuyo, querido lector, probablemente pasó igual. ¿Cuándo dejamos de ver la perfección? Cuando dejamos de mirar a nuestro cuerpo con consideración. Perder una parte o función de nuestro cuerpo siempre implica adquirir nuevas habilidades.
perder, ni personas, ni cosas, ni circunstancias. Pero, ¿qué nos pasa cuando perdemos una parte de nuestro cuerpo? Caemos en el error de perdemos a nosotros mismos. Ya no sabemos cómo funcionar en nuestro medio. Si la vida antes era complicada por otros motivos, ahora es aún más complicada, porque tenemos que aprender cosas demasiado básicas, como aprender a desplazarnos o a manipular objetos de manera diferente, ya sea utilizando otras partes o funciones de nuestro cuerpo o por medio de aparatos. En nuestra propia casa, tenemos que aprender a movernos de manera diferente. Es un volver a empezar, como cuando éramos niños, con la dificultad que implica que ahora “ya no estamos completos”. En este punto, descubrimos que aunque nuestros ojos no nos gustaban por su color o su tamaño, en realidad nos eran extraordinariamente útiles. Que aunque nuestras piernas estaban muy flacas o muy gorditas, ahora que ya no están, eran las mejores. Repentinamente, nos encontramos ante una pérdida doble; una es la pérdida por la parte faltante de nuestro cuerpo (nuestros ojos, oídos, mano, etc.), y otra es la pérdida que se siente al darnos cuenta de que nunca nos pusimos a valorar nuestro cuerpo así como era; al darnos cuenta de que pasamos nuestra vida sin darle valor a lo perfectos que éramos. Cuando nació mi hija, yo le di gracias a Dios porque su cuerpo era perfecto, seguramente mi madre hizo lo mismo y en el caso tuyo, querido lector, probablemente pasó igual. ¿Cuándo dejamos de ver la perfección? Cuando dejamos de mirar a nuestro cuerpo con consideración. Perder una parte o función de nuestro cuerpo siempre implica adquirir nuevas habilidades.
Personas
que nos enseñan a no rendirnos
He
conocido a personas que después de una experiencia como esa, se rinden, pues
creen que ya perdieron todo, se sienten perdidos de sí mismos y se deprimen,
algunas llegando al extremo de dejarse morir. Otras, aunque no llegan a ese extremo,
ahora se consideran “minusválidos”, “discapacitados” que no sirven para nada,
que son una carga para los demás. Pero también he tenido la oportunidad de
conocer a otras personas que, a pesar de estar en las mismas circunstancias, se
han convertido en ejemplos de vida, porque deciden reencontrarse consigo
mismas, porque dan valor a su cuerpo, a su vida y a su experiencia, y se
arriesgan a vivir y a aprender nuevas habilidades. Y lo que ha sido para mí lo
más importante es que las personas con esta actitud nos enseñan que nunca debemos
rendirnos, y que mientras estemos vivos, ¡siempre se puede! Si bien es
cierto que la vida no es sencilla en esas circunstancias, eso es lo que los convierte en seres humanos valientes. Nada nos garantiza, a ninguno de nosotros, que siempre estaremos sanos o “completos”, por lo que estas historias pueden enseñarnos que nunca debemos rendirnos en ninguna circunstancia.
cierto que la vida no es sencilla en esas circunstancias, eso es lo que los convierte en seres humanos valientes. Nada nos garantiza, a ninguno de nosotros, que siempre estaremos sanos o “completos”, por lo que estas historias pueden enseñarnos que nunca debemos rendirnos en ninguna circunstancia.
Cuidemos
y valoremos nuestro cuerpo y nuestras relaciones con los demás, pero, si por
alguna razón sufrimos una pérdida, tengamos claro que mientras estemos vivos
podemos volver a empezar, las veces que sean necesarias. ¿Cuántas?... las que
sean necesarias. Siempre podemos volver a empezar, porque el ser humano tiene
tantas capacidades guardadas, desconocidas para sí mismo, que muchas veces es
hasta que estamos en momentos de dificultad cuando desplegamos todo nuestro potencial.
Siempre
podemos aprender cosas nuevas
Nada es
más falso que pensar que por el hecho de que seamos mayores no podemos aprender
cosas nuevas. Siempre podemos aprender. Siempre podemos dar lo mejor de
nosotros mismos. Siempre podemos valorarnos, querernos, reconocernos como seres
humanos valiosos, útiles, hermosos. No importa la forma, color o tamaño de nuestro
cuerpo, siempre es perfecto, ¡porque es nuestro!, ¡porque está vivo!, ¡porque
puede lograr mucho! Circunstancias donde podemos perder algo puede haber
muchas, como el perder una parte del cuerpo, el perder un sueño, el perder una
relación o la muerte de un ser querido, pero ello no forzosamente tiene que
implicar que nos perdamos a nosotros mismos. Es natural una reacción inicial de
duelo en la que se sufra un gran desconcierto, pero no quiere decir que así nos
vamos a quedar. Tal vez sólo sea cuestión de preguntar, de preguntarnos a nosotros
mismos: ¿y ahora en la nueva circunstancia en la que estoy, qué es lo que
quiero? Es cuestión de estar convencidos de que en estas circunstancias es donde
podemos redefinir muchas cosas de nosotros mismos y sacar nuestro potencial. Al
principio no será fácil,
pero en esas circunstancias realmente tenemos la oportunidad de ser lo que no hemos sido, de dar de nosotros lo que no hemos dado. Ojala no esperemos hasta estar en la situación de sufrir alguna pérdida para intentar hacerlo. En cualquier momento podemos sacar el potencial, aprender nuevas habilidades. He tenido alumnas que creían que ya no estaban en edad de aprender y han terminado carreras universitarias o aprendido habilidades que les permitieron conseguir un nuevo trabajo o nuevas oportunidades en su vida. Nada puede limitarnos más que nosotros mismos. De quien pierde una parte de su cuerpo, se dice que tiene una “discapacidad”, de quien nace con “deficiencias”, también. Incluso hay seres humanos que estando sanos y “completos” también tenemos “discapacidades emocionales” que nos hacen creer que no podemos en la vida. En realidad, todos tenemos capacidades diferentes, que nos hacen especiales, únicos. Tal vez lo que necesitamos es tomar la decisión de valorarnos, querernos, respetarnos, cuidarnos y sacar toda la energía positiva que tenemos para beneficio en nuestra vida y en la de los demás.
pero en esas circunstancias realmente tenemos la oportunidad de ser lo que no hemos sido, de dar de nosotros lo que no hemos dado. Ojala no esperemos hasta estar en la situación de sufrir alguna pérdida para intentar hacerlo. En cualquier momento podemos sacar el potencial, aprender nuevas habilidades. He tenido alumnas que creían que ya no estaban en edad de aprender y han terminado carreras universitarias o aprendido habilidades que les permitieron conseguir un nuevo trabajo o nuevas oportunidades en su vida. Nada puede limitarnos más que nosotros mismos. De quien pierde una parte de su cuerpo, se dice que tiene una “discapacidad”, de quien nace con “deficiencias”, también. Incluso hay seres humanos que estando sanos y “completos” también tenemos “discapacidades emocionales” que nos hacen creer que no podemos en la vida. En realidad, todos tenemos capacidades diferentes, que nos hacen especiales, únicos. Tal vez lo que necesitamos es tomar la decisión de valorarnos, querernos, respetarnos, cuidarnos y sacar toda la energía positiva que tenemos para beneficio en nuestra vida y en la de los demás.
Ana
Laura Rosas Bucio
Directora
General
de
CECAPIP S.C.
9 DE
MARZO 2015.
AVISO LEGAL
Centro de
Capacitación Profesional, Industrial y Profesional S.C. Año
2 No.56 Semana 10 [09- 15 marzo] 2015. Es una publicación electrónica semanal
editada y publicada por el Centro de Capacitación Profesional, Industrial
y Profesional S.C., ubicado en Calle Hidalgo No. 17 A-203, Col. San
Nicolás Tolentino, Delegación Iztapalapa, México D.F. CP. 09850. Tel
01(55)54436420, www.cecapip.blogspot.mx, cecapip@hotmail.com.,
www.cecapip.com.mx .Editor responsable: Ana Laura Rosas Bucio.
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de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2014-032717252400-203. ISSN 2007-9486, ambos
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de la actualización de la página, Área de Publicaciones de CECAPIP S.C.: Ana
Laura Rosas Bucio, Hidalgo no. 17, A 203 Col. San Nicolás Tolentino, Delegación
Iztapalapa, México, D.F. CP. 09850. Fecha de la última modificación, 09 de
marzo, 2015.
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